En el camino de regreso, después de dejar a mi hijo en el colegio, me llamó la atención un taxi, tenía lucecitas alrededor, en los estribos, en la placa, giraba una lucecita azul, colgaban de su retrovisor unos zapatitos, luz alrededor de las ventanas y al acercarse al a gente, el claxon era una canción, no sabía si reirme o llorar, al pasar junto a el, volteó y me sonrió con su diente plateado, un copete pomposo, bigote con churrito en las puntas y patillón. ¡Me alegró la mañana!
De pronto, llegando a mi casa, venía una señora, que parecía asustada, su pelo blanco desarreglado como recién levantada, traía una almohada entre el brazo, tendría mas de 70 años, pero su cara desencajada denotaba que se sentía perdida.
Atrás de la casa hay varias casas de retiro, probablemente se salió de una de ellas, detrás de ella, apareció una enfermera corriendo tratando de alcanzarla.
Atrás de la casa hay varias casas de retiro, probablemente se salió de una de ellas, detrás de ella, apareció una enfermera corriendo tratando de alcanzarla.
Me hizo recordar al abuelo de mis hijos, que padeció un alzheimer que avanzó rápidamente, al punto que en dos años ya había olvidado hasta a su familia, su cara siempre se veía como si estuviera perdido. Cuando todavía tenía sus facultades, decía que un día se iba a llevar a todos sus nietos a Disneylandia, pero se le fué la vida, nunca pudo hacerlo. Porque lo quería todo bien planeado.
Vivir el momento y el ahora, es mas importante que los planes a futuro, no sabemos que nos depara el destino, donde estaremos, si tendremos el dinero o las facultades, llevar a cabo las decisiones y los deseos, aunque solo sea pasear en calzada San Pedro los domingos en bicicleta.
Creo, que prefiero ser el taxista que no se quedó con ganas de hacer lo que él quería, que tener todo planeado y no realizarlo jamás.