30.6.13

YA BAJATE DE LA ESCALERA

Mis hermanas y yo solemos reunirnos frecuentemente, procuramos que sea aunque sea, una vez al año. Cada reunión está llena de compartimentos de felicidad, tristeza, enojo y sobre todo memorias. 

Nos hemos dado cuenta que nuestros recuerdos algunas veces coinciden, pero cada una tiene una interpretación diferente de esa misma memoria.

Hace ya casi un año, nos reunimos para ver a papá, juntos recordamos infinidad de eventos detalladamente pero cada una recuerda de diferente manera. Como, mi tío Chayo, el hermano mayor de mi papá, solía darnos dinero, tres de nosotras recordamos que nos decía “Mete la mano a la bolsa y te quedas con lo que saques“ si eras afortunada, solía ser un peso, otra de las muchachas dijo no recordar lo de la bolsa, solo que era muy bueno y nos regalaba dinero.

O, los 15 años de mi hermana mayor, yo recuerdo las tardes que practicaban, al final, los muchachos que eran los chambelanes, tocaban la guitarra y cantábamos,  era la rondalla de la Universidad de Guanajuato, imaginen lo hermoso, otra de mis hermanas recordó las comidas que se preparaban y la quinceañera, recordaba estar molesta porque mamá quería hacer las cosas de diferente manera.

La percepción de los eventos son totalmente diferentes para mí y para ti, yo lo veo de una perspectiva y tu de otra, que quizás no coinciden en ningún punto.

Comparándolo con los sucesos día con día, los pasados y los presentes, como que entiendo ahora que las cosas no son totalmente como lo vemos, como creímos que pasó o como vemos a las demás personas en la manera en que actúan.

Algunos, al final de todo suceso sigue la etapa de los juicios, quien fue, porqué lo hizo, que tan mal actuó, que tan mala persona fue o que tan buena, según sea el caso.

Así como a veces juzgamos a los demás, a veces somos más despiadados con nosotros mismos, esos juicios y críticas las hacemos de nuestra persona o de nuestras acciones, porque tomamos la perspectiva propia, de nuestra cabeza, no de nuestro interior. 

Uno de los trabajos más arduos a los que me he enfrentado en estos años de cambios, es bajarme de la escalera para no juzgarme a mí mismo ni a los demás, y tomar el lugar que me corresponde en un círculo universal de amor y ayuda

Hoy día ya no idolatro ni desprecio a nadie. Puedo mirarlos directamente a los ojos. Es como verme en el espejo, ahora, me gusta mucho lo que veo en él.


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